Colegio
Cardenal Copello 7° "C"
"Historias increibles y no tanto" |
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"Solos en el cole..." Esta es la triste historia de Tomy e Irene, y empezó un día común en su propio colegio. Estaban en la clase de Química, un aburrimiento, estaban Tomy e Irene eran compañeros de la clase pero había algo mas entre ellos que nadie sabía. Estaban tan aburridos que decidieron ratearse de la clase. Tomy le había dicho a Irene acerca de un lugar secretisimo que nadie conocía, y se encontraba atras del salón de actos. Esa mañana de escabuyeron de la maestra de Física, lo cual no era lo que se dice muy inteligente. Se dirigeron hacia el patio a escondidas de la gente para poder subir las escaleras hacia el salón de actos. Irene al parecer estaba muy intrigada y le había dicho a Tomy que le tenía que decir algo, una sorpresa. Todo resultó bien hasta que Carlos, "El conserje", los descubrió entrando al salón. Tenía una mirada penetrante que daba miedo, y su cara horrible y demacrada nos decía que no debíamos estar alli. Por otro lado, el nos dijo que si prometiamos no ir al salón de actos los dejaba irse. Aparentemente escondía algo. Ellos no le hicieron caso y entraron al salón. El salón estaba en pesima condiciones, oscuro, sucio y roto. Tomy le mostró a Irene que una pared se movía y conducía al lugar secreto. Todo fue muy lindo y divertido, charlaron y conversaron sus secretos mas intimos, y Tomy se acordó en ese momento de la sorpresa que Irene le tenía que darle. Entonces Irene se acercó lentamente sobre el, Tomy le dijo que quería, con aire asustado y ella le dijo solo un beso. En ese momento un espelugnante ruido sobresalto a los 2. Parecían cadenas que se arrastraban por el piso, golpes, y gritos flumiantes. Los 2 estaban muy asustados y una figura fantasmagórica había entrado en la sala. Tenía marcas de una gran golpisa y parecía, por sus cadenas, un prisionero. Cuando el espectro se acercó hacia ellos, rebeló un rostro conocído, Carlos. Tomy e Irene comenzaron a correr y cuando salieron se dieron cuenta de que habían perdido la noción del tiempo. Era de noche y no había nadie alli que pudiera ayudarlos. Solo la demacrada cara de Carlos, el conserje... Maximiliano Murieda y Rodrigo Camagni. |
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